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Cooperativismo en Argentina

Teniendo en cuenta la relevancia de este sector, desarrollaremos una breve reseña que de cuenta de cómo la evolución del cooperativismo respondió satisfactoriamente a diversos momentos socio-económicos y problemas que atravesó nuestro país y de la importancia que ha tenido en la historia económica de la Argentina.

Como integrantes de una comunidad, los seres humanos han desarrollado desde tiempos remotos diversas experiencias de cooperación y solidaridad en la búsqueda por resolver en forma conjunta sus necesidades económicas, sociales y/o culturales. Lo que se conoce como cooperativismo moderno toma como referencia la experiencia de los pioneros de Rochdale, la cual surge en Inglaterra en 1844 en el contexto de crisis social originada por la Revolución industrial, con el fin de dar solución, a través de una organización cooperativa, a las apremiantes necesidades y mejorar las condiciones de vida de sus integrantes, como por ejemplo, el acceso a los alimentos básicos.

Estas ideas llegaron a la Argentina en la segunda mitad del siglo XIX de la mano de la inmigración europea, atraída por la expansión del modelo agroexportador. Las corrientes migratorias trajeron consigo sus experiencias asociativas, que fueron la base de las futuras mutuales, cooperativas, sociedades de fomento y sindicatos que se crearon en el país a fines del siglo XIX y comienzos del XX. De esta época datan las primeras cooperativas agropecuarias, creadas como mecanismo de defensa e impulso desde los pequeños productores. La primera experiencia es la del Progreso Agrícola de Pigüé, fundada en 1898. También en este período aparecen algunas cooperativas de consumo como forma autogestiva de acceso a alimentos y otros bienes a mejores precios, aprovechando la economía de escala y suprimiendo los sobreprecios que aplicaban los intermediarios.

En este período, 1905 más precisamente, se funda el Hogar Obrero, como una cooperativa de edificación y crédito, que buscaba brindar una solución a uno de los problemas más acuciantes de ese momento histórico. En 1920 además es creada en Bahía Blanca la Cooperativa Obrera, una cooperativa de consumo que hoy en día cuenta casi con 100 sucursales en varias provincias del centro y el sur del país y nuclea a más de un millón de asociados.

A partir de la segunda década del siglo XX el movimiento cooperativo comienza a expandirse y a consolidarse. En 1926 se sanciona la primera Ley de cooperativas del país, lo cual da cuenta del impulso que estaba tomando esta nueva forma de organización económica y social. En esta época, principalmente a partir de 1930, surgen numerosas cooperativas de provisión de servicios de electricidad en localidades del interior, marginadas al ser consideradas como no rentables por las grandes empresas proveedoras de los mismos. Nuevamente, se evidencia el importante rol que cumplen estas empresas en las localidades en las que están insertas, permitiendo el acceso a servicios esenciales para todas las comunidades.

Entre mediados de la década del 50 y el 60, surgieron importantes entidades que buscaban integrar a gran parte de las cooperativas del país. En el ´56 se funda la “Confederación Intercooperativa Agropecuaria Cooperativa Limitada” (CONINAGRO), en el ´58 el “Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos” (IMFC) y en el ´62 la “Confederación Cooperativa de la República Argentina Limitada” (COOPERAR). Estas articulaciones son el reflejo de un movimiento cooperativo cada vez más creciente que se fue constituyendo como un actor de peso en la vida económica del país.

A partir de 1976 se abre el período neoliberal, que bajo la propuesta de Modernización del Estado, promueve la apertura hacia el mercado mundial y la libre circulación de capitales y mercancías, proceso que impulsó la concentración y el individualismo. Para el cooperativismo significó tener que comenzar a competir con grandes empresas transnacionales, como fue por ejemplo el caso de las cooperativas de servicios luego de las privatizaciones. Las cajas de crédito cooperativo incluso, sufrieron una Ley de Entidades Financieras que buscaba eliminar la forma jurídica cooperativa para servicios bancarios, situación que lograron revertir fusionándose para transformarse en bancos cooperativos, de los cuales hoy sigue funcionando el Credicoop (que tiene expansión en todo el país, contando con más de 250 filiales).

Por último, a partir del 2001, una vez finalizado el período neoliberal, en un contexto de crisis con altos niveles de marginalidad y pobreza, el impulso al movimiento cooperativo viene dado de la mano del cooperativismo de trabajo. El florecimiento de este tipo de cooperativas se debe a dos razones: por un lado, a partir del fenómeno de las empresas recuperadas que toman la forma de cooperativas de trabajo para su gestión, y por otro, de la implementación de programas sociales que impulsan este tipo de entidades como un mecanismo para la creación de empleo que estimula la participación y solidaridad.

En base a esta síntesis, podemos afirmar que nos encontramos frente a un movimiento con una gran inserción en la sociedad, lo que abre la puerta al desafío de convertirse en un protagonista de un modelo de desarrollo inclusivo atento a las necesidades de la comunidad.

Por último y a modo de conclusión, podemos nombrar experiencias que surgieron en este último tiempo, vinculadas a las nuevas tecnologías (como es el caso de las cooperativas de software libre, las cuales ya se han aglutinado en una federación), que decidieron adoptar la forma organizativa de cooperativas de trabajo por convicción y no por necesidad. Este fenómeno puede atribuirse a años de difusión de la doctrina cooperativista y nos muestra que se puede lograr un cambio de conductas y generar una conciencia social con respecto a que es posible, de a poco, ir alterando el orden socioeconómico y cultural hegemónico, por uno basado en la cooperación, solidaridad e inclusión.

María Florencia Cascardo. Licenciada en Economía, Posgraduada en Economía Social, Maestrando en Políticas Públicas. Docente del Centro de Estudios de la Economía Social. fcascardo@untref.edu.ar